domingo, febrero 13, 2005

El equilibrista

El equilibrista nació solo. De la nada fue heraldo, surgió nada más, con indolencia y sin vestigios. Miró su mundo y este era tan delgado como un hilo, infinito si, pero sin expandir. Permanecía invariable mientras su alma estaba vacia. Se posaba diestro sobre su cuerda, sin percibir peligro. Su mente era pura, su corazón tranquilo. Recorria su delgado dominio sin intriga, sin pretender conocer el principio, sin necesidad de alcanzar el fin. Teniendo poco, poco le bastaba. Un cielo azul eran su suelo y su techo, no había un limite visible.

Antes de aquello el fuiste tu, o fui yo tal vez, no lo recuerdo.

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