El tonto de la montaña

Siempre he querido tener una vida, no como la que tengo, sino una centrada en los demás. Reconozco que soy alguien minimalista, me bastan pocas cosas para simplemente estar, se ha oído de mi boca muchas veces decir que en una isla desierta me bastaría con una guitarra y se que el aislamiento no sería mi problema en la cárcel. Reconozco también que tengo un problema con la gente, que desconfío mas de lo que debiera, no permito a nadie acercarse, veo los desengaños antes de que se produzcan. Me hizo gracia como jugando a definirnos entre amigos y cervezas una persona de gran sentido común me definiera como un gran hacedor de relaciones, yo que constantemente las rehúyo.

Por eso mismo detesto que me consulten problemas de relaciones, no creo ser la mejor opción. Y sin embargo me escuchan como si tuviera una cátedra, mi palabra asienta conceptos y sentencia futuros. Suelo empezar diciendo que no voy a aconsejarte nada, porque como decía Sartre, si te digo que debes hacer la decisión ya no habrá sido tuya y no estarás viviendo tu propia vida, pero me insisten tanto que al final digo lo que pienso. Y odio de mi que nunca me equivoco, antes o después sucede lo que predije, y vuelven para decirme tenias razón. Odio tener siempre razón.
Solo aspiro a tener una vida compleja, llena de tachones y fallos, plagada de roce y conflictos, fértil para decepciones y alegrías. Quiero decir NO a la vida atona y precognitiva que tengo ahora.

Detesto ser el centro de mi propio universo. Muchas veces me siento como el tonto de la montaña.